¿La lengua de signos con bebés retrasa el habla?
La duda que más a menudo oímos cuando explicamos lo de signar con bebés es si retrasará el habla. Hay quien piensa que un bebé se verá ya satisfecho con unos pocos, o unos muchos, signos y así se quedará y no querrá hablar. Estas dudas hacen que muchas madres y padres no se animen a signar. También a veces pueden aparecer las dudas en la mitad del proceso, cuando sin esperar mucho, empiezas a signar y tu pequeño es de tipo «charlatán» y signa muchísimo con 15 meses. Entonces también puede surgir la duda de si esto será bueno en un futuro, aunque los interesados en cuestión lo encuentren muy útil y divertido.
La respuesta corta es no. No retrasa el habla. Es inocuo. No tiene efectos negativos. Pero como suponemos que si estáis leyendo este post es que queréis encontrar más información, ¡pues ahí vamos! Podemos responder desde muchas vertientes a esta pregunta. Lo hemos estructurado en cuatro apartados y unas conclusiones: generalidades, estudios, el huevo o la gallina y dos historias concretas.
Generalidades
Signar con los bebés no va sólo de signos. Va de comunicarse. Va de ponerse en el lugar del niño, mirar lo que le gusta, mirarlo un poco más y expresarle que tienes ganas de entender lo que te está contando, con la confianza que en su cabeza hay muchas cosas. El bebé se siente más escuchado y entiende antes que esto de la comunicación existe. Descubre que puede hablar de cosas que han pasado o de objetos y personas que no estan ahora mismo allí delante. Que hay un «código» por el que te entienden, que existe el lenguaje.
Un bebé que se comunica se muere de ganas de hablar. En primer lugar porque es lo que nosotros hacemos y los niños nos imitan con gusto e interés y, además, quieren complacernos y prueban y buscan todas las maneras posibles.
En segundo lugar, porque por mucho que signemos, sus intereses siempre van más allá y raramente hemos signado «churros», «pared» o «túnel». Y ellos, ¡claro!, quieren hablar también de estas cosas. Al igual que los niños bilingües, desde que empiezan a hablar, distinguen perfectamente quién habla cada idioma, los niños que signan ven que hay diferentes códigos de comunicación. Se dan cuenta de que las palabras son igualmente efectivas. Y que hay muchas y muchas cosas que decir.
Finalmente, los pequeños tienen tantas ganas de hablar que, tan pronto creen que ya lo hacen, dejan de signar. De hecho, muchas familias que signan y se entienden razonablemente bien, explican que, de un día para otro, pasan a pedirle a su hijo que, por favor, le diga lo mismo con las manos para que no distingue si «ndo» significa «bañando”, “comiendo” o “jugando”. Aunque se puede hacer, raramente un niño presenta interés para signar las palabras que ya dicen y sus padres y cuidadores comprenden. Algunos signos se pueden mantener durante tiempo, corto o largo, como un juego y entretenimiento muy divertido. ¿Quién de nosotros, de niños, no deseó tener un lenguaje secreto con los padres?
Estudios y extensión de su uso
No hay demasiados estudios sobre niños que signan, ni suelen recoger muchos casos, pero los que hay no han visto efectos negativos sobre el habla. Tampoco se han visto de positivos, dicho sea de paso. Sí que recogen que las relaciones familiares se vuelven más placenteras (!y qué motivo tan bonito para signar!).
Desde los años noventa (del siglo pasado) hay muchas familias que han signado con sus pequeños en los países anglosajones y no se han observado problemas asociados. Se ha extendido su uso en guarderías y otros espacios infantiles con la seguridad de su inocuidad.
El huevo o la gallina?
Hay muchos profesionales que han observado que los niños con habla retrasada signan más. Uno podría hacer dos razonamientos. Por un lado, podríamos pensar que, como que signan, se retrasa el uso del habla (ya hemos dicho antes que no hay ningún motivo para pensar que sea así). Por otra, podríamos pensar que, como no pueden hablar, buscan recursos para expresarse y, por tanto, signan.
Saber distinguir qué es causa y qué es efecto es un problema clásico en la filosofía y un reto en todas las ciencias.
En este caso, todo parece indicar que es más bien la segunda opción: un niño que no puede expresarse con el habla busca la manera de hacerse entender signando, señalando y explotando todos los recursos gestuales y onomatopeyas que se le ocurren. En nuestro país en concreto, en el que los signos no se están usando en la comunicación con bebés oyentes todavía, los signos que usan los niños con habla atrasada suelen ser los que ellos mismos inventan. Dicho de otro modo, dado que no se pueden comunicar con el habla, signan. Por lo tanto, los signos no causan el habla retrasada sino que signan a consecuencia del retraso del habla.
De hecho, este problema de causa-efecto lo podríamos extrapolar a otras situaciones. Por ejemplo, podríamos deducir que los niños no son continentes porque llevan pañal o que gatear impide que caminen. También los niños sordos hijos de familias signantes signan más (de hecho acaban signando tan bien como sus padres o familiares sordos). Alguien podría apuntar que signar causa sordera ya que los hijos sordos de familias sordas signantes signan y son sordos … Pero vamos, no es exactamente así, ¿verdad?
Dos anécdotas
Una vez, en un taller de varias sesiones, después de explicar cómo introducir un signo, en ese caso «agua», una madre volvió la semana siguiente afirmando que la hija de nueve meses no había hecho el signo pero que ya decía «aua » para pedirla.
Otra vez, en una guardería, un grupo de andadores signaba «más» en el contexto de las comidas. Las maestras me comentábamos con preocupación cómo, en dos semanas, muchos de ellos ya no signaban «más», que se veía fácilmente desde cualquier punto del aula, sino que decían «má» «mss» u otras variantes.
Conclusiones
Hablar no es sencillo. Requiere precisión en la lengua, los labios y las cuerdas vocales, entre otras estructuras anatómicas y de desarrollo neurológico, lo que explica que los niños no hablen hasta casi los dos años en la mayoría de los casos. Cada niño hablará cuando le sea posible, al igual que camina cuando puede y es continente cuando puede. En el caso del habla, normalmente se mueren de ganas de hablar. Por otra parte, es habitual confundir habla con lenguaje. Signar no interfiere negativamente en la adquisición del habla. El habla llega cuando llega. En cambio, signar sí que hace posible la comunicación antes. Visualiza el lenguaje que ya existe en su cabeza y lo hace concreto en forma de signos. Por imitación, y por razones que ellos perciben como prácticas, hace que los niños se expresen también con el habla tan pronto como esto les es posible